lunes, 18 de marzo de 2013




Coge el coche para ir al trabajo. Se siente ligeramente aturdido. Se da cuenta de que se ha equivocado de hora. Todavía es de noche. Ha debido marcar mal la hora del despertador. Sin darse cuenta se ha vestido y ha bajado a la calle buscando el lugar donde aparcó. Le ha costado, como siempre, encontrar el coche. Siempre le cuesta. No obstante, éste es otro de los efectos de las pastillas que está tomando: pierde la memoria inmediata. No recuerda lo que hace, como si sucediese en un sueño. Se da cuenta de su error cuando ya está en el interior del coche, el motor arrancado, haciendo la maniobra de salir. Mira despistadamente en el salpicadero la hora. No son las siete y media, como creía, sino las seis y media. Una hora de margen. Puede volver a casa y volverse a acostar. Despertaría a Domingo y Silvia Serrat. Una hora no es mucho. Sale del aparcamiento. Conducirá. Saldrá de la ciudad, escuchando música. Dará una vuelta en coche; hace tiempo que no lo hace, así, sin más, por el placer de perderse. Se pone un disco y sube el volumen. Deja que los pensamientos fluyan, que se agolpen en su cabeza, que lo que ve en las calles, en la carretera, los agilice. Surte efecto. La velocidad del automóvil parece empujar los pensamientos. Ideas enquistadas, que le torturan, pierden parte de su peso. La infidelidad de su mujer. La desazón producida por un trabajo que le aburre y le exaspera. La pesada carga de tener un hijo al que cuidar, que depende de ti. Javier Morant conduce con destreza (no en vano da clases de conducción); sorteando obstáculos con una gran facilidad. ¿No podría ser todo así de fácil, así de mecánico? ¿Por qué los acontecimientos de la vida no se solucionan mediante una técnica concreta? ¿Por qué se nos hacen pesados y farragosos a pesar de que, aparentemente, no lo deberían ser? ¿Qué nos hace vivirlos así, interiorizarlos como una tortura insoportable? Javier Morant toma una curva en una carretera vacía y oscura; acelera un poco y recrea la ortodoxia de una técnica que ha explicado mil veces a sus alumnos: la yema de los dedos agarrando el volante, con firmeza y suavidad a la vez, sintiendo el coche a través del volante, con sensibilidad y eficacia. Se recrea. Se sabe especialmente hábil. La velocidad del coche parece desatascar las malas ideas. Por un momento se siente fuerte y joven, vivo. Siente que controla las cosas, que todo puede discurrir por el camino que él ha elegido. Pasa por un lugar cercano a la playa. Amanece. Puede ver el amanecer. Apenas un par de coches en la carretera. Busca un camino que le lleve a la playa. Pero mira la hora. Si no piensa ya en volver probablemente llegue tarde al trabajo. Da media vuelta y se dirige, de nuevo, a la ciudad. Empieza a ver camiones y coches. Tipos que, como él, se someten a la farragosa disciplina de un trabajo. De pronto vuelve el mal rollo. Sus minivacaciones han acabado. Su pequeña huida de media hora se acaba. Se siente enclaustrado, de nuevo. Piensa en encontrar una salida, un estado mental que le permita aguantar una nueva jornada de rutinas y obligaciones. Piensa en Ebbinghaus, pero pensar en aquel tipo le parece ridículo. No es capaz de recordar ninguna de las consignas de su psicólogo. Piensa en la literatura de Marcel Proust. Se le ocurre pensar en la idea de continuidad. Al entrar en la ciudad decenas de coches se paran. Un atasco. El mismo atasco que, probablemente, se produce todos los días. Continuidad, fluidez. No es capaz de ahuyentar su pesar. El atasco en la autovía, de algún modo, refuerza la inconveniencia de sus pensamientos. Se deja influir, de nuevo, por el mal rollo. El tedio le atenaza. La memoria de ese tedio cotidiano, reglado y normal. Se le ocurre algo. Tal vez sea una idiotez. Necesita escribirlo, apuntarlo en cualquier sitio, antes de que la idea se le olvide. Necesita darse fuerza, ánimos. Se siente terriblemente afligido. Una de las veces que se ve obligado a detener el coche, a causa del atasco, arranca un trozo de papel de una guía que guarda en la guantera y escribe: La verdad reside en la desaparición. No sabe muy bien lo que significa. Continuidad versus desaparición. Parece el comienzo de algo.

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