domingo, 27 de enero de 2013



El serial televisivo Treme explica muy bien la situación de abandono de determinados barrios en la ciudad de Nueva Orleans, que sufrieron con especial intensidad las consecuencias del huracán Katrina. La singularidad de esos lugares, su riqueza cultural a pesar de la pobreza, su folclore, casi indigenista, tribal. Tras la desgracia, como todos sabemos, la conservadora sociedad norteamericana les da la espalda, como si no se reconociese en ellos, como si esos lugares fuesen una especie de burbuja tercermundista dentro del primer mundo norteamericano.

Lo que en Treme se concreta, lo que en el serial se explicita, en la película Bestias del sur salvaje, de Benh Zeitlin, se universaliza. De algún modo, lo que allí ocurrió se erige en símbolo de lo que en estos momentos está ocurriendo en todo occidente. El mundo se está polarizando. Los muy ricos se atrincheran; las clases medias se extinguen, poco a poco; y cada vez hay más gente en la indigencia. Benh Zeitlin construye una fábula en torno a esto. Un dique separa la zona rica (de la que solamente se pueden ver las torres de unas fábricas) de la Bañera, un islote en el que han sido confinados los pobres (verdadero trasunto del barrio de Treme, pero en clave apocalíptica). La pobreza en la Bañera funciona como en Treme; paradójicamente, hay música, hay folclore, hay alegría. Y hay orgullo; el orgullo que da saberse singulares, tener una identidad.

La película lleva todo esto a un territorio abstracto, simbólico. Hay una amenaza natural a punto de concretarse que lo arrasará todo. El hombre pobre, el indigente, no desea abandonar su confinamiento para ponerse a salvo. La belleza natural del lugar en el que vive no es parangonable. Se produce una especie de proceso de incivilización. El hombre pobre, el indigente, vuelve a un estado primitivo, salvaje, en el que la supervivencia pasa por recuperar la magia y el mito.


1 comentario:

  1. Treme es genial, y el jazz también. Bush dejó hundirse N.O. aposta y no sólo por ineptitud

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