miércoles, 19 de diciembre de 2012




Uno siempre pretendería poner en solfa la literatura de Nabokov. El entomólogo perverso. El escritor perfecto, de la belleza sutil y la retórica milimétrica. Entre el infralevísmo de Duchamp y el esteticismo cerrado y concéntrico de Hitchcock. No me gusta, prefiero otras cosas no tan calculadas, prefiero lo burdo, la sal gorda, y no las exquisiteces que supuestamente uno encuentra observando minuciosamente el polvillo que recubre las alas de las mariposas. Yo creo que entiendo a Nabokov. Entiendo esa obsesión suya por la belleza esquiva y frágil. Observarla maravillado y, al instante, mancillarla cruelmente. Porque eso hace en sus libros. Crea una poética sutilísima y luego la destruye. Como ese rollo de las mariposas. La belleza de las mariposas solamente puede estudiarse detalladamente si uno las mata y las clasifica. La impiedad de ese nabokoviano hobby dice mucho de quien lo practica. Hemingway prefería cazar elefantes; que es, probablemente, un hobby mucho más atroz, por el tamaño del bicho, pero tal vez más franco. Henry Miller se iba de putas. Faulkner montaba a caballo. Nadie se salva. Pero, ¿qué significado tiene inmovilizar a una frágil mariposa? El deseo, tal vez, de establecer un control absoluto sobre aquello que se admira. La necesidad de fijar la belleza, constreñirla, someterla. Importa poco la tierna alegría del insecto revoloteando en el campo. El escritor elige dominar la rara perfección de las mariposas, fijarla para siempre. Pues, a mi modo de ver, eso mismo hace en sus libros. En sus libros hay una hermosa y rara poesía, pero ya sin vida. Hay la descripción de ambientes irreales, desconcertantes. Sus personajes son como marionetas que dibujan movimientos perfectos, cuidadosamente calculados. El autor actúa como un demiurgo total; es el dueño absoluto de lo que sucede en sus libros, al igual que un entomólogo que se apropia de la lindura de los insectos. No hay que pedirle a Nabokov otra cosa sino la guapura almidonada de sus libros. La belleza estrangulada, en el dolor y en la muerte.

No, no me gusta. Pero siempre lo vuelvo a leer, porque me fascina.


2 comentarios:

  1. Otra de las aficciones conocidas del autor era el ajedrez. Incluso llegó a formular algunos problemas ajedrecísticos con cierto interés y cuya solución siempre pasaba por el mismo movimiento: retroceder.

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  2. En efecto, no es casual que Nabokov fuera un competente aficionado avanzado a la lepidopterología (descubrió una especie nueva de Licénidae), que fuera un naturalista avezado y observador y que aplicara esas técnicas a la observación de los humanos. Falta, no obstante, un detalle, además hace falta talento para plasmar esas observaciones tan precisas por escrito. O sea, que además era un escritor extraordinario como pocos ha habido.

    Tu observación de que para observar bien la belleza de las mariposas hay que destruirlas es muy sugerente, y exacta en taxonomía

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