Ya nadie hay que lea los símbolos de esa forma, digamos, radical. Ya no hay locos con prestigio, locos lúcidos (valga la contradicción); capaces de leer de esa forma radical la plaga burguesa.
Uno mira su alrededor y todo es basura burguesa. Empezando por las zapatillas (de marca conocida), los pantalones vaqueros (cuidadosamente desarreglados), el aspecto pulcro y minimalista de los focos del techo (que me permite leer las letritas del teclado), el propio teclado portátil, el aparato musical y los discos compactos (cientos, proliferando por toda la casa representando el puto gusto burgués que yo solito he aprendido a consumir) o el televisor ultraplano. La basura burguesa se ha colado en nuestra vida como una plaga, sigilósamente, de modo que ya todo la representa. El bonito diseño de mi teléfono o la marca de mi automóvil. Como parte de un plan. Una trampa.
La sensación agobiante de estar atrapado. Incapaz de despreciar todos estos elementos, al fin y al cabo, simbólicos, representativos de la basura burguesa que nos rodea. El temor, irracional, de que despreciar de manera radical todo este confort conduce a la locura. Al fin y al cabo, al tal Ladislav Klíma se le tacha de loco. Un tipo que comía gusanos y alcohol.

Tienes toda la razón (¿no has encontrado fotos de Klima?)
ResponderEliminarHrabal me parece un buen sustituto, un misántropo bueno; Klíma, al menos en las fotos de internet, hace poses demasiado altaneras, excéntricas, dalinianas
ResponderEliminarDelillo es tu hombre. Y su "Ruido de fondo".
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