domingo, 5 de febrero de 2012



Fibra y bífidus
para que haga caca el niño.
Pocas ganas de levantarse por la mañana
después de haber asistido
a un concierto. No podemos ir, le dije a S.,
estamos cansados.
Vayamos, dijo ella, que es el Doctor
Chinarro. El Señor. Qué. El Señor Chinarro.
Ja. Ya sabía yo que ella se iba a quedar durmiendo
cuando el retoño diese el toque de corneta
a las siete de la mañana
y la llamase a ella, y no a mí,
con ese tono musical con que la llama a ella: Mamaaa...
Si soy yo quien le abre la puerta
el infante me avisa de que: No te llamaba a ti.
Y me dice, autoritario: Vete.
No es que no me quiera (me quiere menos que a ella,
como es normal), sino que cree que si voy yo
a levantarlo va a tener que ir al cole;
en cambio, si lo levanta ella
significa que es fin de semana
y no tiene que ir. Por eso,
una vez lo cree inevitable me pregunta:
¿Voy a ir al cole? Entonces yo le contesto: No,
es sábado. Y él dice: Nooo... Quiero ir al cole.
No hay quien lo entienda, vamos. Al fondo
se oye una voz que dice: Dale fibra y ponlo a hacer caca.
Ayer por la noche, la madre me miraba y me preguntaba:
¿Te acuerdas?
¿De qué?, le decía yo.
De nosotros, decía ella.
Estoy demasiado cansado para acordarme de nadie.
Tómate un café, anda.
Ya levantado y abrigado
le digo al niño que le voy a preparar un vaso de leche.
El tipo levanta el índice y puntualiza que la quiere:
Con cocholate. Nos ha salido autoritario,
qué le vamos a hacer. En la sala del concierto
hablamos sobre lo feos o guapos que eran los jóvenes
allí presentes. S. señaló a una chica
que estaba junto a la barra,
a un par de metros de nosotros,
y me preguntó si me parecía guapa.
No puedo pensar en ello, le dije; estas cosas
requieren un esfuerzo.

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