La escuela en las sociedades opulentas es un poco un engorro, una manera de pasar el tiempo, de mantener ocupados a los infantes; una inutilidad, en definitiva, cuestionada por todos lados. Su esencia está en otra parte; me doy cuenta de ello fundamentalmente al ver ejemplos como éste: un grupo de niños cruzando un caudaloso río en Indonesia, jugándose la vida sobre un viejo puente desvencijado, solamente por asistir cada día a sus clases.
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