jueves, 12 de enero de 2012

Ayer se comentaba por aquí que nos van a tocar los sexenios. Un sexenio es un premio a la antigüedad de un funcionario, a su trabajo diligente día a día, año a año, en favor de la comunidad, o lo que sea. Siempre se ha criticado el trabajo funcionarial, su asignación mensual supuestamente asegurada y la falta de vigilancia, no teniendo, en principio, un jefe tirano exigiendo un rendimiento máximo. Tal vez sea así en la mayoría de las administraciones públicas. En el ámbito docente no hay escapatoria. El jefe exigente y duro es el alumnado, que no perdona un descuido, que siempre está ahí y al que hay que atender todas las horas, sean lectivas o de guardia. El profesor no tiene escapatoria, como digo; tiene que entrar en el aula preparado, cada vez, alerta, con el objetivo de afinar ese difícil instrumento que son las cabezas adolescentes, repletas de prejuicios y diversión, inconsciencia y rebeldía. Es un trabajo fascinante, si se piensa así; a mí no me ha gustado nunca, pero por cuestiones personales sobre las que no me apetece incidir, ya lo he hecho mucho, no tengo remedio, soy consciente. Abandonemos la fascinación. La crisis nos ahoga. El pueblo, democráticamente, ha elegido para solucionarla a los peores aliados del liberalismo. Nunca me ha interesado la política. Me muevo en ella mediante un esquematismo casi infantil. No obstante, creí haber escuchado o leído alguna vez que esta crisis lo era del sistema, del capitalismo, fruto de su descompensación, de sus excesos, de los defectos de una liberalización excesiva de los mercados, de la especulación (inmobiliaria, del suelo, de lo que sea), de la falta de control en todos esos aspectos, algo que ha sido aprovechado por unos pocos para enriquecerse al máximo y ha dejado a la mayoría hipotecada, endeudada de por vida, gran parte de la población desahuciada, viviendo situaciones verdaderamente dramáticas. Nunca me ha interesado la política, ya digo; pero creo que aquí lo que importa es el sufrimiento del pueblo, de esa mayoría que ha votado inocentemente a los engañifes aliados de la liberalización para que nos saquen de una situación a la que se ha llegado precisamente por los excesos de la liberalización. No conozco las grandes cifras; ésas que tienen que cuadrar los gobiernos para no salirse de la élite. Pero el sufrimiento de la gente de a pie es cada vez más palpable. Se nota en sus caras, en sus andares, en sus actitudes. Hace un par de días el conseller de no-sé-qué reconoció en una rueda de prensa que la valenciana es la comunidad más endeudada; lo dijo con la boca pequeña, pero añadió que el endeudamiento se debe a la gran inversión que ellos (gobernantes liberales) han hecho en infraestructuras. Y puso un ejemplo: Los valencianos, dijo, prefieren tener su Ciudad de las Ciencias antes que dejar de estar endeudados. El tipo habló así, por todos nosotros, con la autoridad que según él le otorgan las urnas. Supuestamente los valencianos preferimos observar cómo nuestros sueldos se van escurriendo, adelagazándose hasta niveles inadmisibles, agobiados por los pagos e impuestos, siempre que podamos salir a pasear por la Ciudad de las Ciencias, y contemplar el monumento en todo su esplendor megalómano. Así somos los valencianos. No importa que el conseller confunda esa cosa inservible con una infraestructura, que confunda una infraestructura con una carrera de coches que supone un dispendio monumental; esta comunidad no tiene mejores equipamientos gracias a su gobierno liberal; no hay que yo sepa mejores colegios e institutos. Nuestros gobernantes la han llenado de monumentos inservibles y centros comerciales que les han permitido, sospecho, desviar el capital que les ha dado la gana. Así somos los valencianos; orgullosos de tener un Zara en cada esquina, aunque tengamos que conducir veinte quilómetros para llevar a nuestros hijos al cole, ya descansaremos el fin de semana a la sombra de un Burguer King. Así somos los valencianos, cuánto nos conoce nuestro conseller, seguro de que se le votará de nuevo en la proxima legislatura. Volvamos al tema docente. Aquí no ha habido aumento de horas semanales. Se anunció al mundo que esta comunidad respetaba a sus docentes, evitando ser comparada con otras. El estrangulamiento de la escuela pública aquí ha sido silencioso. Si hace dos años teníamos en este centro cuatro grupos por curso, a partir de entonces tuvimos tres. Es decir, aumentaron la ratio de cada grupo y se quitaron igualmente de encima algunos interinos, sin el ruido que se hizo en otros sitios. Este año yo mismo tengo un tercero de casi treinta alumnos en el que hay siete un ocho repetidores y más de diez alumnos con más de diez asignaturas suspendidas en la primera evaluación. Anteriormente ese grupo se hubiera dividido en dos, repartiendo convenientemente los repetidores y los alumnos conflictivos. Ya puedo decir que en ese grupo dar una clase supone un esfuerzo descomunal; que con esos diez alumnos que suspenden prácticamente todo no voy a ser capaz de hacer nada y me va a costar más de un disgusto mantenerlos un poco a raya. La crisis, los recortes, su puta madre; no creo que vayan a dejar de endosarle millones a Eggleston este año, para ahorrar; los valencianos, ya se sabe, preferimos vivir ahogados, siempre que podamos disfrutar de una carrera de coches de vez en cuando. Mi sueldo, en cambio, está a su disposición; gozan de tal libertad (por algo se hacen llamar liberales) que es como si pudiesen meterme la mano en el bolsillo a su antojo. Ahora son los sexenios, mañana, lo que se les ocurra.

2 comentarios:

  1. ANUNCIO: Me acaban de suprimir un viejo logro del Pacto Social: a partir de ahora si enfermo no se me abonará el sueldo los días que esté de baja. A ver. Rectificar es de sabios (topicazo, los sabios casi nunca necesitan rectificar). Había dicho que la actual crisis la estábamos pagando los que la sufrimos y no los que la provocamos, conforme al conocido lema capitalista que dice que hay que privatizar beneficios y socializar inconvenientes. Pues no es suficiente. En un toque magistral de timón, los agentes capitalistas financieros y especuladores que provocaron la actual situación aprovecharon que el Nilo pasa por el Cairo y el Pisuerga por Valladolid para dar un GOLPE DE ESTADO GLOBAL. Agárrense al asiento, regresamos al comienzo de la Primera Revolución Industrial

    (Del frontispicio de mi propio blog)

    ResponderEliminar
  2. pues aquí ahora dicen que no van a cubrir todas las bajas; se piensan dejar siempre una, hala; si un profe cae enfermo, no hay sustituto; si caen dos, solamente mandan uno

    ResponderEliminar

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.