lunes, 26 de diciembre de 2011

Ya no tienes miedo de Papá Noel y sin embargo te asustan ahora los Reyes Magos. Has superado tu miedo inicial a Papá Noel cuando lo has visto pasar de largo a través del cristal de la puerta del comedor; una sombra roja y blanca que se asomaba por el, ya lo he dicho, cristal ahumado y declamaba su habitual arenga navideña; cosas como: jojojó, ¿habéis sido niños buenos?, o: ¿hay aquí en esta casa algún niño que quiera que le regalen algo? En verdad la figura de Papá Noel es bastante siniestra. ¿Por qué ha de ser un hombre tan grande? ¿Por qué no se puede tratar de un hombre de tamaño normal? Tu madre dice que le tienes miedo porque te recuerda al malo de las series de Disney. No sería raro; ya que esas series son de lo más siniestro y no sería raro que esas series produjesen miedos infantiles, miedos navideños y oscuros, miedos que convierten una figura aparentemente amable, como Papá Noel, en algo siniestro, ya lo he dicho, y perverso, una sombra amenazadora roja y blanca que avanza por la oscuridad del pasillo, asomándose, ya lo he dicho, por el cristal ahumado para no dejarse ver claramente, para aparecer deforme y no amable, para asustarte en definitiva. Tú dices: No me da miedo Papá Noel, no me da miedo Papá Noel; pero en realidad sí te da miedo. Porque, ¿quién cojones es ese hombre, ya lo he dicho, grande y siniestro, vestido llamativamente de rojo y con abundantes barba y melena de color blanco? ¿Es un viejo que no tiene nietos ni casa, no vive con nadie, es un vagabundo inmensamente rico que se dedica a repartir cosas? Es de lógica temer a alguien así; esto es, ya lo he dicho, alguien cuyo aspecto e intenciones son potentemente anormales, que se anuncia por todas partes y subvierte cualquier ley natural, desplazándose por el aire, en la noche, y llegando al mismo tiempo a muchos lugares. Tú tenías la esperanza de que no fuese así, de que por mucho que se anunciase nunca llegaría, no invadiría la intimidad de tu casa en medio de una comida o una cena, pasando por el pasillo y asomándose por el cristal, ya lo he dicho, esto es entrando por la puerta de la casa sin hacer el más mínimo ruido (¿alguien le oyó abrir?, ¿tiene una llave maestra ese gran hijoputa?), pasando por el pasillo, ya lo he dicho muchas veces, demasiadas, sin entrar en el comedor, donde todos estábamos, en cierto modo esperándolo, pasando de largo hacia la cocina y las habitaciones y desapareciendo por la ventana de la habitación de la abuela. Es natural, el pánico te invadió de súbito; sobre todo porque a ese tipo tú lo habías visto ya, bien de cerca, en la casa de tu otra abuela; esta vez el tipo entró de repente, como si todo el mundo lo conociera, emitiendo alaridos muy sonoros y hablando con tu abuelo, con una familiaridad realmente extraña. Esa voz, esa voz me suena, pensaste; y ya no hubo duda cuando el tipo grande y grueso de barba blanca se giró a hablar con alguien, entre risas (todos parecían divertirse menos tú, que te encontrabas realmente mal, verdaderamente acojonado), el tipo grande y vestido de rojo, como ya he dicho, se giró, te dio el perfil y ese fue su error, pudiste ver el hilo que ataba la barba al cogote y la otra barba, la real, la no ilusoria, debajo de la barba ficticia, la real oscura y sudorosa (hacía allí mucho calor); así que pensaste, ya está, ya lo sé; pero el miedo seguía allí, un miedo visceral y antiguo, al fin y al cabo no dejaste de poner en duda algunas cosas: si ese tipo es tu tío, disfrazado con un traje rojo y una barba postiza, ¿cómo ha llegado hasta aquí?, ¿volando con un trineo de renos, en la noche?, ¿quién le ha abierto la casa?, ¿tiene una llave maestra, tu tío?, ¿está a esta misma hora tu tío en otros muchos lugares, dejando otros muchos regalos?, ¿es entonces tu tío el famoso Papá Noel?, al fin y al cabo tu tío es grande y grueso, vive lejos, en el extranjero; entonces, ¿por qué tiene que disfrazarse? Cuando todo vuelve a la normalidad, mientras destapas los regalos, copiosos, exuberantes, inservibles, entra en el comedor tu tío, ya con su aspecto normal, y en ese momento es cuando le preguntas que por qué ha tenido que disfrazarse de Papá Noel; y entonces todos ríen y aplauden y te abrazan y te besan y dicen que eres listo y tú ya no entiendes nada. ¿Creen de verdad que eres idiota, que no te das cuenta de nada?

Superado lo del mostruoso Papá Noel, ahora faltan los Reyes Magos. Que no vengan, por favor. ¿Cuántos son? ¿Tres? ¿Dos más que el otro? Pero, ¿y los pajes?, ¿cuántos pajes lleva cada uno? ¿Cuántos son en total? ¿De dónde vienen éstos? ¿De Oriente? ¿Qué es Oriente?


3 comentarios:

  1. Esa manía de los adultos de tratar a los niños como gilipollas. Yo recuerdo algún año en que ya conocía la mentira pero me hacía el tonto. Menuda pantomima.

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  2. pero hay poesía en las leyendas (consumismo al margen), 'la verdad de la smentiras' que diría el vargas Llosa, y el miedo tampoco es tan malo: es adaptativo, como el asco o el cabreo. Creo que los padres de ahora, algunos, os pasáis de frenada

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  3. estoy de acuerdo, lans, todo se exagera en estos tiempos

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