viernes, 18 de noviembre de 2011

Las putas respingonas de las tildes
brillan por su ausencia en este orbe.
Ya no llueve.
S. me insiste que le ponga a D. esa ropa decorosa
con la que salir a la calle
como si fuera domingo.
Lo que no he contado,
por puro cansancio de contar
(tampoco hace falta decirlo todo a estas horas),
es que ayer vi a O.
y estaba fumando.
Fumaba por la calle,
mientras caminaba
(todo el mundo lo hace desde la ley seca del tabaco);
entonces D. y yo nos cruzamos con ella.
Se hizo la despistada,
como si hubiese hecho algo malo.
Las putas respingonas de las tildes
amenazan con entrar en este orbe;
no obstante yo las espanto,
con astucia (la escasa de la que soy capaz).
Un coche ostentoso, con un desagradable soniquete,
es cuidadosamente desarticulado por el infante,
despiezado, desmembrando; agonizante,
el coche (de juguete, no obstante, como digo, ostentoso)
no cesa de hacer ruido, alegre,
con esa musiquita festiva que lo anuncia,
infantil, enloquecido, en la penumbra matutina
y helada
de esta jornada (sin alcohol; pero a su vez sin tildes).
Yo creo que las tildes son en cierto modo
espirituales;
son esas putas respingonas como un halo fantasmal
o una aureola
que bordea, ya lo he dicho, brincando,
el significante de las cosas.
Vamos a pasar de todo.
(Hace tiempo que no digo nada parecido;
que no lo pronuncio,
es lo que quiero decir.)


4 comentarios:

  1. Sí que has espantado a las tildes, sí.
    En cuanto a tus putas, ¿son respingonas de culo o más propiamente de nariz, poeta mío?
    Ah, y toma unas pocas: ´´´´´ y de estas`````, y hasta estas: ^^^^

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  2. son respingonas de espíritu; ya lo he dicho

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  3. Enigmático verso ese último: "Vamos a pasar de todo".

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