miércoles, 23 de noviembre de 2011




Hay temáticas ineludibles. Caigo como un idiota. La docencia, por ejemplo; o el dibujo. Novelas sobre la escuela. Películas sobre maestros rurales. Biografías o autobiografías de artistas. Pamplinas. Ya digo: acabo de leerme una novelita sobre profesores titulada La sala de profesores, de un escritor alemán del que no tenía ninguna referencia, un tal Markus Orths. Se dice en la solapa que ha ganado premios a tutiplén. Prosa bernhariana; o algo parecido. [Me acuerdo de lo que dice Peter Handke sobre el estilo de Bernhard (demasiado fácil de imitar); también me acuerdo de Nocilla Lab, de Fernández Mallo, texto bernhardiano a ratos, repetitivo y lleno de trivialidades.] (Yo no creo que la escritura de Thomas Bernhard sea banal. Su primitivismo solamente tiene sentido, a mi modo de ver, como expresión del trastorno que producen las obsesiones y la enfermedad. Lo que no es fácilmente copiable porque esa clase de trastorno no se puede impostar.) Markus Orths imita a la perfección la musicalidad johannsebastianbachiana de Thomas Bernhard; no obstante la utiliza para construir un relato blandito, amable, graciosete y misteriosito. No llega a los niveles de superficialidad de un Fernández Mallo; pero se ensucia de boberías. No he sabido ver nada del trabajo docente en La sala de profesores.

John Berger me cae fenomenal. Lo imagino bebiendo vino en un estudio de pintura con jardín. Cuidando de sus verduras cuando se cansa de dibujar y escribiendo en su cuaderno cuando se agota de andar por senderos solitarios y naturales. Es un escritor rudo; de texturas avinagradas. Me gusta cuando escribe de arte. Su criterio es arcaico, tradicional; pero adusto y sensato. Promulga una austeridad que no es de este tiempo; no obstante, y tal vez por su especial anacronismo, las opiniones de John Berger me parecen imprescindibles. John Berger es como un agricultor o un panadero; un intelectual sencillo y de lo obvio. Alguien que habla en Sobre el dibujo de lo que ya nadie habla.

2 comentarios:

  1. Cada loco con su tema.
    La cabra siempre tira pal monte.
    ...

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  2. Arte figurativo Lo que verdadera y esencialmente diferencia al dibujo de la fotografía no es la aparente facilidad de uno o la dificultad y morosidad del otro, ni la diferente naturaleza de la ‘techne’ ni nada parecido. Es algo mucho más sencillo y a la vez más complejo. El fotógrafo, sobre todo el fotógrafo de calle, sea reportero o lo que sea, es un cazador, en tanto que el dibujante, también de calle o bocetista, principalmente es un descubridor. El fotógrafo sorprende, captura, mientras que el dibujante va descubriendo su tema conforme lo plasma.

    John Berger lo dice más claramente: “Para el artista dibujar es descubrir”. Dibujar del natural, se entiende. Bien. Mientras trazas trazos, la mirada va y viene entre el objeto del dibujo y el dibujo en sí, vas separando y volviendo a unir sus partes, diferenciando, clasificando, ordenando y jerarquizando, clasificando, exactamente como un naturalista, que por cierto, siempre y con razón prefieren los dibujos a las fotos.

    (De mi post de hoy: estamos leyendo lo mismo)

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