jueves, 17 de noviembre de 2011


¿Existe una imaginación que entronizada reúna
Tan inexorable como benevolente, lo justo
Y lo injusto, que en medio del verano se detenga

Para imaginar el invierno? Cuando las hojas mueren,
¿Se asienta en el norte y se envuelve a sí misma,
Con la agilidad de una cabra, cristalizada y luminosa,

En la más alta noche? ¿Yesos cielos la adornan
Y la proclaman, la blanca creadora de negro, propulsada
Por extinciones, tal vez incluso de planetas,

Incluso de tierra, de mirada, en la nieve,
Excepto cuando es necesario a modo de majestad,
En el firmamento, como cábala de coronas y diamantes?

Salta a través nuestro, a través de todos nuestros cielos,
Extinguiendo nuestros planetas, uno a uno,
Dejando, de donde estábamos y mirábamos, de donde

Nos conocíamos unos a otros y pensábamos de cada uno,
Un residuo tembloroso, congelado y concluso,
Salvo esa corona y esta cábala mística.

Pero no se atreve a saltar por azar en su propia oscuridad.
Debe cambiar de destino a frágil capricho.
Y así, su impulsada tragedia, su estela

Y su forma y su fúnebre hacerse se mueven para hallar
Lo que deba o, al menos, pueda deshacerla,
Digamos, una ligera comunicación bajo la luna.

2 comentarios:

  1. Un tipo, este Stevens, siempre para mi, mal asociado al vanguardismo que encabezó Eliot. Eliot era un poeta sorprendente y que sacaba el 100% de rendimiento de sus recursos. En cambio Stevens, sin llegar a ser predecible, fue un tipo aburrido. Tanto en su obra como en su vida. Un abogado gris que escribía poesía. Quizás sus trabajos en los que se nota la vena simbolista sean los más interesantes. Como el que tú traes.

    ResponderEliminar
  2. a mí me fascina; tal vez aburrido, sí, pero con suficiente densidad; me parece un poeta de lo contenido y de la lentitud; un poco mormón, él

    ResponderEliminar

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.