Silencio administrativo
domingo, 9 de noviembre de 2025
Rosalía y BB Trickz
No entiendes el mundo, amigo. Te sorprende, para mal, lo que va llegando. Sexo cuqui, sexo de usar y tirar, sin significado, banal como una hamburguesa con cebolla caramelizada. Ya el perreo del reguetón te hizo sentir viejo. Ahora viene esa tal BB Trickz y dice que tiene el toto limpiecito y ya. A dónde va a parar todo esto. Darte un paseo por Instagram te hace añorar el celibato. No era esto la revolución sexual.
Entonces llega Rosalía y dice que se ha pasado años leyendo hagiografías de santas y ya. Uno nunca hubiera supuesto que el nombre de Simone Weil sirviera para apuntalar un hit de la música popular globalizada. Aquella anarquista que hizo voto de pobreza y vio en la idea de lo religioso una forma de oponerse a la explotación capitalista. También la Santa de la columna Durruti ha sido engullida por la gran maquinaria del dinero. Aquí todo vale para seguir trincando, una cosa y la contraria.
sábado, 25 de octubre de 2025
martes, 30 de septiembre de 2025
La lectura y la soledad
Hay por ahí un amigo con el que comento, a veces, algunas lecturas. Él se empeña en compartir libros, no siempre a posteriori, sino como lectura programada. Leamos el mismo libro, casi al mismo tiempo, y comentemos lo que leemos mientras lo vamos leyendo. Como un club de lectura. Incluye a otros alguna vez. Lectura en grupo. No suele funcionar, al menos no conmigo. Lectores que se descabalgan de una lectura que consideran aburrida. Diversas velocidades lectoras que dificultan comentar en tiempo real lo que se va leyendo. Ya llegarás, dice el más rápido. La cuestión es no sentirse solo, pensando que eso que lees solamente te interesa a ti.
Mi hijo pequeño es lector (todavía, hasta que el teléfono móvil haga estragos en él). Le gusta el género fantástico. Quise leer con él El Hobbit. Para acompañarlo. Pero no me atreví y ahora ya se lo está acabando. Nunca he hecho nada para que él lea. Sin embargo, milagrosamente, le gusta leer.
Al contrario, con mi hijo mayor hice esfuerzos por que se aficionara a leer. Leí con él de pequeño. Le leí cosas antes de dormir. Luego, más mayor, le obligué a leerse al menos un par de libros en verano. Supervisé sus lecturas, busqué lecturas entretenidas que le enganchasen a leer. Supongo que mi insistencia acabó por hacerle odiar la lectura y los libros. Aún más cuando cayó preso de las redes sociales y las micronarrativas audiovisuales vía tiktok. Leer, así en general, es aburrido para él. No creo que deje de serlo en adelante.
Encontré un fragmento de una entrevista al escritor David Foster Wallace. El escritor dice que conoce gente muy inteligente que no lee; busca una explicación para ello: leer les hace sentirse solos. La lectura es una relación muy extraña con alguien que, habitualmente, en la mayoría de mis lecturas, ha muerto. Se parece a visitar un museo. En cierto sentido, te distancia de la vida. Te aleja de la gente.
A mí me importa poco todo ello. Voy a seguir leyendo en soledad, eligiendo la siguiente lectura según mi propio criterio, a menudo equivocado. No preciso sociedades lectoras. Pero me ha gustado encontrar esa reflexión del escritor Foster Wallace sobre la lectura y la soledad. He creído entender a mi hijo, el que no lee, el que no desea sentirse solo.


















